jueves, 13 de noviembre de 2025

Nellie Bly: la mujer que se infiltró en un manicomio y cambió para siempre la salud mental

La historia de Nellie Bly es una de esas narraciones que obligan al lector a detenerse y preguntarse qué tan lejos estaría dispuesto a llegar por una causa justa. En septiembre de 1887, cuando la salud mental era un terreno dominado por prejuicios y diagnósticos improvisados, una joven periodista de 23 años decidió poner en juego su libertad con un propósito tan temerario como visionario: infiltrarse en un manicomio simulando estar loca para mostrar al mundo el horror que se escondía tras las paredes de Blackwell’s Island. Este no era un reportaje más; era una misión que implicaba actuar, mentir y exponer su propio cuerpo a un sistema que, una vez que atrapaba a alguien, rara vez lo dejaba salir. Nellie sabía que, si algo salía mal, podría quedar encerrada para siempre, pero aun así avanzó con una convicción que solo tienen quienes entienden que algunas verdades merecen sacrificios extremos.

Conoce una de las historias de mujeres importantes más atrapantes en el mundo de la psicología.

Nellie Bly: la mujer que se infiltró en un manicomio y cambió para siempre la salud mental

Cómo fingió la locura y cómo el sistema confirmó sus sospechas

Para lograr su internación, Nellie tuvo que construir una versión desquiciada de sí misma. Entró en una pensión de Nueva York fingiendo paranoia, hablaba con frases fragmentadas y miraba a su alrededor como si estuviera atrapada en una pesadilla invisible. Se negaba a dormir, actuaba confundida, decía no recordar su identidad y mostraba un miedo irracional hacia cualquier gesto cotidiano. Esa combinación de comportamientos, cuidadosamente diseñada, fue suficiente para que la propietaria de la pensión llamara a la policía, convencida de estar ante una joven completamente perdida en su propia mente.

Un sistema dispuesto a encerrar sin mirar dos veces

Lo que Nellie no esperaba —y lo que más la alarmó— fue lo fácil que resultó ser declarada demente. Los médicos que la evaluaron apenas la observaron unos minutos; no hicieron preguntas profundas ni intentaron comprender su estado. Su diagnóstico fue casi automático: “claramente demente”. En menos de 48 horas, la enviaron al asilo de Blackwell’s Island, confirmando así una sospecha inquietante: el sistema estaba preparado para encerrar mujeres sin ningún criterio real. Los profesionales buscaban encajar comportamientos dentro de estereotipos, no comprenderlos. Nellie descubrió, incluso antes de entrar al manicomio, que el verdadero peligro no era la locura, sino el descuido con el que se emitían diagnósticos capaces de borrar vidas enteras.

Blackwell’s Island: un infierno disfrazado de institución médica

Una vez dentro, Nellie se enfrentó a una realidad brutal. Blackwell’s Island no era un hospital; era un espacio donde las mujeres eran tratadas como desechos humanos, confinadas en condiciones que solo podían empeorar cualquier sufrimiento emocional. Más de 1.600 mujeres vivían hacinadas, sin calefacción adecuada, sin atención médica real y sin esperanza. Los llamados tratamientos eran prácticas crueles, como los baños helados que duraban horas y sumergían los cuerpos en un frío paralizante, o el aislamiento total como castigo por cualquier muestra de incomodidad. La comida servida era tan deplorable que provocaba enfermedades más que nutrir, y las enfermeras se comportaban como carceleras cuya función principal era mantener el silencio y la sumisión.

Mujeres encerradas sin estar enfermas

Una de las revelaciones más espeluznantes fue descubrir que muchas de las mujeres del asilo no sufrían ningún trastorno mental. Algunas habían sido internadas porque no hablaban inglés, otras porque eran pobres, otras por tener epilepsia o discapacidades, e incluso había quienes simplemente habían sido consideradas “molestas” por sus familias. Para esas mujeres, intentar demostrar su cordura era inútil: cualquier insistencia en que estaban sanas se interpretaba como un síntoma más de demencia. Era una trampa perfecta, un sistema donde el encierro no tenía salida.

Los diez días que cambiaron la historia de la salud mental

Durante diez días, Nellie Bly absorbió cada detalle, cada injusticia y cada dolor que pudo observar. No se limitó a registrar los abusos; los vivió en su propio cuerpo. Sintió el frío paralizante de los baños, probó la comida en estado deplorable, escuchó los gritos de mujeres desesperadas por ser escuchadas y fue testigo del efecto devastador que causaba la combinación de negligencia, maltrato y desesperanza. Esos diez días fueron un entrenamiento emocional extremo, una prueba de resistencia mental que solo alguien profundamente comprometido con su misión hubiera podido soportar.

Cuando finalmente el periódico logró sacarla de aquel infierno, Nellie se sentó frente a su escritorio y volcó en papel cada experiencia con una claridad dolorosa. Su reportaje, “Ten Days in a Mad-House”, se publicó en octubre de 1887 y generó un impacto inmediato. La comunidad de Nueva York quedó horrorizada al descubrir que en pleno corazón de una ciudad moderna existía un sistema tan cruel y tan alejado de cualquier concepto de cuidado o dignidad.

El terremoto público y las reformas que salvaron vidas

La indignación pública fue tan grande que las autoridades se vieron obligadas a actuar. Se abrió una investigación oficial y lo que los inspectores encontraron era incluso peor de lo descrito. Las pruebas eran tan contundentes que la ciudad destinó más de un millón de dólares —una cifra enorme para la época— a reformar el sistema de salud mental. Se reorganizó el personal, se establecieron nuevos protocolos, se mejoraron las instalaciones y se implementaron medidas legales para evitar internamientos arbitrarios. Gracias al valor de Nellie Bly, miles de vidas que podrían haber sido destruidas tuvieron una segunda oportunidad.

El legado psicológico de un acto de coraje moral

La hazaña de Nellie Bly se convirtió en un hito no solo del periodismo, sino también de la historia de la salud mental. Su investigación demostró que la vulnerabilidad no puede tratarse con violencia, que la salud mental requiere dignidad y que todo sistema de cuidado debe ser supervisado con rigor para impedir abusos. Su valentía abrió la puerta a reformas más humanas, recordó a la sociedad que los hospitales psiquiátricos deben ser espacios de acompañamiento y no de castigo, y mostró que una sola persona, cuando actúa con propósito, puede cambiar estructuras enteras.

Aunque Blackwell’s Island ya no existe, su legado permanece. Cada vez que se denuncia un abuso institucional, cada vez que se revisan protocolos de atención, cada vez que se protege a un paciente vulnerable, la sombra luminosa de Nellie Bly vuelve a aparecer, recordando que ninguna oscuridad es invencible cuando alguien se atreve a entrar en ella para encender una luz.

La Historia de la Psicología: De la Filosofía Antigua a la Ciencia Moderna

¿Alguna vez te has preguntado por qué pensamos, sentimos o actuamos de cierta manera? Hoy damos por sentado que la psicología es una ciencia, pero su camino hasta convertirse en lo que conocemos fue largo, sorprendente y lleno de debates que aún siguen vivos. Para entender la psicología actual —tan amplia que abarca desde neuronas hasta culturas— necesitamos mirar hacia atrás y descubrir cómo comenzó todo. Lo que encontrarás a continuación es un viaje fascinante: cómo una disciplina nacida entre filósofos se transformó en una ciencia capaz de estudiar la mente con rigor experimental. Este es un blog de historia origen y artículos de psicología, por lo que este post es infaltable.

La Historia de la Psicología

Por qué importa la historia de la psicología

La psicología es una de las ciencias más diversas que existen. Estudia el desarrollo humano desde antes del nacimiento hasta el final de la vida, analiza nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestras conductas y la manera en que el entorno nos influye. Este enorme mapa de temas solo puede entenderse si conocemos su origen.

La historia de la psicología nos permite comprender:

  • Cómo se definieron sus métodos científicos
  • Cómo surgieron sus principales corrientes y debates
  • Por qué ciertos enfoques desaparecieron y otros siguen vigentes
  • Qué preguntas seguimos intentando responder hoy
  • Conocer su pasado es clave para interpretar su presente.

Raíces antiguas: filosofía y fisiología

Aunque la psicología como ciencia nació en el siglo XIX, sus orígenes se remontan miles de años atrás. Egipto, Grecia, Persia, India y China reflexionaron sobre la mente, la memoria y el comportamiento humano mucho antes de que existiera el método experimental.

En Grecia, pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles ya debatían sobre la relación entre el alma, el cuerpo y el conocimiento. Pero uno de los puntos de inflexión llegó siglos después, con René Descartes, quien propuso el famoso dualismo: la idea de que mente y cuerpo son entidades distintas, aunque relacionadas.

Mientras tanto, la fisiología —especialmente el estudio del sistema nervioso— comenzaba a descubrir conexiones entre lo físico y lo mental. Estos hallazgos abrieron la puerta a una pregunta que lo cambiaría todo:

¿Puede la mente estudiarse científicamente?

Wilhelm Wundt y el nacimiento de la psicología científica (1879)

El verdadero inicio de la psicología como disciplina independiente se marca en 1879, cuando el alemán Wilhelm Wundt inauguró el primer laboratorio de psicología en la Universidad de Leipzig. Con él, la psicología dejó de ser una rama de la filosofía y se transformó en una ciencia experimental.

Wundt proponía estudiar la conciencia humana utilizando métodos sistemáticos. Su herramienta principal fue la introspección, un procedimiento por el cual los participantes describían sus sensaciones, pensamientos y percepciones en situaciones controladas. Aunque hoy se considera un método poco fiable, en su época fue revolucionario.

Miles de estudiantes pasaron por su laboratorio, diseminando sus ideas por todo el mundo.

Structuralismo: analizando la mente pieza por pieza

Uno de los discípulos más influyentes de Wundt, Edward B. Titchener, llevó sus ideas a Estados Unidos y fundó el estructuralismo. Su propuesta: descomponer la conciencia en sus elementos más simples, como si se tratara de un rompecabezas.

El problema era que dependía totalmente de la introspección, por lo que sus resultados eran subjetivos y difíciles de replicar. Tras la muerte de Titchener en 1927, esta escuela desapareció casi por completo, aunque dejó un legado importante: la idea de que la psicología debe basarse en métodos científicos.

Functionalismo: William James y la mente en acción

Mientras el estructuralismo miraba hacia dentro, el funcionalismo —liderado por William James— miraba hacia fuera. En lugar de preguntar qué es la mente, preguntaba para qué sirve.

Los funcionalistas estudiaban cómo los procesos mentales ayudan a las personas a adaptarse a su entorno. Este enfoque práctico y fluido influyó profundamente en el desarrollo posterior de la psicología, desde la educación hasta la psicología evolutiva.

Freud y el giro hacia el inconsciente

A finales del siglo XIX, la psicología dio un giro inesperado con Sigmund Freud. Su teoría del psicoanálisis introdujo ideas que marcaron el siglo XX:

  • La mente está impulsada por contenidos inconscientes
  • La infancia influye en la personalidad adulta
  • Los sueños y lapsus revelan deseos ocultos

Aunque muchas de sus propuestas hoy se discuten, su impacto en la cultura, el arte y la psicoterapia es indiscutible.

El reinado del conductismo

A comienzos del siglo XX surgió una corriente que desafió a casi todas las anteriores: el conductismo. Su premisa era simple y radical:

la psicología debe estudiar solo lo observable: la conducta.

Tres nombres fueron decisivos:

  • Ivan Pavlov, con el condicionamiento clásico
  • John B. Watson, quien formalizó el conductismo
  • B.F. Skinner, creador del condicionamiento operante

Gracias a ellos, la psicología se volvió mucho más experimental. Sus aportes aún se usan en educación, terapias conductuales y entrenamiento animal.

Humanismo: la psicología del potencial humano

En los años 50, una reacción frente al pesimismo del psicoanálisis y el reduccionismo del conductismo dio origen al humanismo, la llamada “tercera fuerza”.

Dos figuras centrales:

  • Carl Rogers, con su enfoque centrado en la persona
  • Abraham Maslow, con su célebre pirámide de necesidades

El humanismo puso el foco en la libertad, el crecimiento personal y la experiencia subjetiva. Todavía es un pilar de la psicoterapia moderna.

La revolución cognitiva: la mente vuelve al centro

En los años 50 y 60, la psicología vivió otra transformación decisiva: la revolución cognitiva. Gracias al auge de la informática y los avances en neurociencia, los psicólogos volvieron a estudiar procesos mentales como:

  • memoria
  • atención
  • percepción
  • lenguaje
  • razonamiento

Hoy, la psicología cognitiva es una de las áreas más desarrolladas y se apoya en herramientas como la resonancia magnética o la neuroimagen funcional.

La psicología hoy: diversidad, integración y nuevas fronteras

En la actualidad, la psicología ya no pertenece a una sola escuela. La mayoría de profesionales adoptan un enfoque integrador, combinando elementos cognitivos, biológicos, sociales y culturales.

Además, han surgido nuevas áreas:

  • psicología positiva
  • neuropsicología
  • psicología cultural
  • psicología del deporte
  • psicología forense
  • ciencia del bienestar

El campo crece continuamente, incorporando hallazgos de la genética, la inteligencia artificial y la economía conductual.

Las mujeres que marcaron la historia de la psicología

Durante décadas, las mujeres fueron excluidas de las universidades, pero aun así dejaron huellas profundas:

Mary Whiton Calkins, rechazada por Harvard, primera presidenta de la APA

Anna Freud, pionera del psicoanálisis infantil

Mary Ainsworth, creadora de la “Situación Extraña” y figura esencial del apego

Hoy, las mujeres representan una enorme proporción de psicólogas clínicas, investigadoras y docentes.

Conclusión

La historia de la psicología es la historia de cómo la humanidad ha intentado comprender su propia mente. Empezó como una reflexión filosófica, se transformó en un laboratorio experimental y hoy se encuentra en constante expansión, apoyada en la ciencia, la tecnología y nuevas preguntas sobre lo que significa ser humano. Comprender su evolución no es solo conocer el pasado, sino entender el camino que recorre para mejorar nuestra vida y nuestra sociedad.

Riesgos de Sobreproteger a los Hijos: Cuando el Amor se Convierte en Límite

Imagínate por un momento a un niño intentando caminar por primera vez. Da un paso, se tambalea, cae… y antes de que pueda levantarse, alguien ya lo está sosteniendo. Lo hace por amor, por instinto, por miedo a que se lastime. Pero ¿qué pasa si ese gesto se repite todos los días durante años?

Ahí empieza el verdadero problema… uno que muchos padres no ven hasta que es demasiado tarde.

La sobreprotección no aparece de golpe: se disfraza de cuidados, de advertencias bienintencionadas, de “yo lo hago más rápido”, de “no quiero que sufra”. Sin embargo, cuando evitar que un hijo se equivoque se vuelve una costumbre, el costo emocional puede ser más alto del que imaginamos. En psicología, se sabe que los niños necesitan experimentar el mundo para desarrollar fortaleza interna… y cuando eso no sucede, las consecuencias acompañan hasta la adultez.

A continuación encontrarás tips y consejos para padres, de forma clara y comprensible, los principales riesgos que genera la sobreprotección y por qué es tan importante dejar que los niños se enfrenten a la vida de manera dosificada, pero real.

Riesgos de Sobreproteger a los Hijos: Cuando el Amor se Convierte en Límite

1. Falta de autonomía: El niño que no aprende a confiar en sí mismo

Cuando un padre hace todo por su hijo —atarle los cordones, resolverle conflictos, hablar por él, decidir siempre por él— está enviando un mensaje silencioso:

“Tú no puedes solo.”

Con el tiempo, ese mensaje se convierte en identidad. Los niños sobreprotegidos no desarrollan habilidades para resolver problemas ni para tomar decisiones. Crecen con miedo a equivocarse, con inseguridad frente a situaciones nuevas y con la sensación de que siempre necesitan un adulto para avanzar.

En la adolescencia, esto se traduce en jóvenes que evitan retos y prefieren no intentar algo antes que fracasar.

2. Baja tolerancia a la frustración: Pequeños obstáculos, grandes tormentas

La frustración es como un músculo: se entrena enfrentando pequeñas dificultades.

Pero cuando un niño nunca recibe un “no”, nunca espera su turno, nunca lidia con conflictos… ese músculo no crece.

Los niños sobreprotegidos suelen derrumbarse ante problemas que otros manejan con naturalidad. Una mala nota, una crítica leve o un desafío cotidiano puede ser vivido como una catástrofe. En la adultez, estas personas suelen rendirse rápido ante los retos o sentirse fácilmente desbordadas.

3. Ansiedad y miedo excesivo: El mundo como amenaza constante

Muchos padres creen que proteger es advertir.

Pero cuando la advertencia se vuelve permanente —“cuidado”, “te vas a lastimar”, “ese lugar es peligroso”, “mejor no vayas”— el niño aprende a ver el mundo como un espacio hostil.

La psicología infantil muestra que el miedo se transmite: si un padre vive con temor, el hijo lo absorbe.

Como consecuencia, estos niños pueden desarrollar:

ansiedad social,

temor a lo desconocido,

inseguridad ante actividades nuevas,

rechazo a salir de su zona de confort.

La sobreprotección, paradójicamente, hace que los niños se sientan menos seguros.

4. Dependencia emocional: Cuando el hijo no puede avanzar sin aprobación

Los niños sobreprotegidos crecen buscando constantemente validación externa.

Se acostumbran a que otro decida por ellos, a que otro resuelva, a que otro marque el camino. Eso puede derivar en:

parejas extremadamente dependientes,

miedo a decir que no,

dificultad para establecer límites,

necesidad permanente de aprobación.

La falta de confianza en uno mismo se transforma en una dependencia que complica relaciones a largo plazo.

5. Dificultades sociales: Menos oportunidades para aprender a convivir

Interactuar con otros niños sin la intervención de adultos es fundamental para:

aprender a compartir,

negociar,

tolerar diferencias,

resolver conflictos,

desarrollar empatía.

Cuando los padres supervisan cada movimiento o intervienen en cada discusión, el niño no aprende a manejar relaciones por su cuenta. De adulto, puede resultar más torpe socialmente, más temeroso o más rígido para resolver desacuerdos.

6. Autoestima frágil: “Si no me dejan intentarlo, debe ser porque no puedo”

La autoestima no nace del elogio, sino de las experiencias.

Cuando un niño logra algo por sí mismo, siente que es capaz.

Pero si cada reto es evitado por sus padres, nunca vive ese logro.

Esto genera inseguridad, sensación de incapacidad y miedo a exponerse. Los niños sobreprotegidos suelen compararse negativamente con otros, dudar de su valor y temer ser juzgados.

7. Problemas en la adultez: El impacto que nadie suele prever

Las consecuencias más profundas de la sobreprotección suelen aparecer años después. En la adultez, muchas personas criadas bajo este estilo educativo presentan:

dificultad para tomar decisiones importantes,

miedo a asumir responsabilidades,

incapacidad para sostener proyectos por cuenta propia,

dependencia emocional de parejas o familiares,

sensación de estar “perdidos” sin una figura guía.

La sobreprotección crea adultos que saben mucho… excepto cómo enfrentarse a la vida.

¿Cómo romper el ciclo? El equilibrio saludable

No se trata de dejar solos a los hijos ni de negarles apoyo. Se trata de acompañarlos sin impedirles crecer.

Un buen punto de partida es:

permitirles equivocarse,

darles responsabilidades según su edad,

animarlos a intentar cosas nuevas,

enseñarles a tolerar la frustración,

reforzar su autonomía con confianza y paciencia.

La verdadera protección no está en evitarles todos los problemas, sino en ayudarlos a desarrollar herramientas para enfrentarlos.

¿El estrés puede encoger tu cerebro? La sorprendente verdad que la ciencia ya confirmó

¿Y si te dijeramos que el estrés crónico no solo “te agota”, sino que puede modificar físicamente la estructura de tu cerebro?

Puede sonar exagerado, pero la neurociencia lleva años advirtiéndolo. Y lo más inquietante es que este cambio ocurre lentamente, casi en silencio, mientras seguimos con nuestra rutina diaria creyendo que “solo estamos cansados”.

Hoy vamos a profundizar en cómo el estrés sostenido afecta regiones esenciales del cerebro —las mismas que usamos para recordar, concentrarnos, controlar impulsos y tomar decisiones— y, sobre todo, qué puedes hacer para revertir este proceso.

El estrés puede encoger tu cerebro

Cómo el estrés crónico altera el cerebro por dentro

El estrés es un mecanismo natural de defensa. Cuando percibimos una amenaza —real o emocional— el cuerpo libera cortisol, la hormona que nos prepara para reaccionar rápido.

Si esta activación ocurre ocasionalmente, es útil; el problema aparece cuando se vuelve constante, cuando vivimos bajo una presión que no termina nunca. Es ahí donde el cortisol comienza a afectar tejidos cerebrales sensibles.

1. El hipocampo: la primera víctima del cortisol elevado

El hipocampo es el centro de la memoria y del aprendizaje. Aquí se consolidan recuerdos, se organizan ideas y se integra la información nueva.

El estrés crónico:

reduce la neurogénesis (creación de nuevas neuronas),

debilita conexiones sinápticas,

disminuye el volumen del hipocampo.

Por eso las personas sometidas a estrés prolongado suelen experimentar:

dificultades para recordar cosas,

sensación de tener la mente “nublada”,

problemas para concentrarse,

aprendizaje más lento.

No es falta de voluntad. Es biología.

2. La corteza prefrontal: menos autocontrol, más impulsividad

Esta región es la que nos permite pensar con claridad, regular emociones y tomar decisiones lógicas.

Cuando el estrés no da tregua:

la corteza prefrontal pierde densidad neuronal,

se reduce su capacidad de procesamiento,

se deteriora el control de impulsos.

Como resultado, aparece esa sensación de “reaccionar sin pensar”, irritarse con facilidad o sentirse emocionalmente desbordado ante estímulos mínimos.

3. La amígdala se sobreactiva: más miedo, más ansiedad

Mientras la corteza prefrontal se debilita, la amígdala cerebral —el centro del miedo— se vuelve hiperactiva.

Esto genera:

mayor ansiedad,

pensamientos catastróficos,

respuestas emocionales desproporcionadas,

dificultad para relajarse incluso sin motivos reales de peligro.

Es como si el cerebro entrara en modo supervivencia permanente, priorizando la alerta por encima de la calma.

¿El estrés encoge el cerebro? Sí… pero también puede recuperarse

La parte esperanzadora es que el cerebro es plástico: tiene la capacidad de reorganizarse, repararse y volver a crecer. Este proceso se llama neuroplasticidad, y es posible activarlo con hábitos simples, pero constantes.

1. Respiración profunda y meditación

Ambas prácticas:

reducen el cortisol,

calman la amígdala,

fortalecen la corteza prefrontal.

Tan solo 10 minutos al día pueden producir cambios medibles tras semanas de práctica.

2. Ejercicio físico regular

El movimiento genera:

aumento de flujo sanguíneo cerebral,

liberación de endorfinas,

estimulación de la neurogénesis en el hipocampo.

Incluso caminar 20–30 minutos diarios marca una diferencia.

3. Dormir bien (de verdad)

El sueño repara tejidos neuronales, consolida recuerdos y ayuda a regular hormonas del estrés.

Dormir poco es como vivir en “estrés químico” permanente.

4. Alimentación rica en antioxidantes

Frutas, verduras, omega-3 y alimentos antiinflamatorios protegen el cerebro del desgaste por cortisol.

5. Naturaleza y desconexión digital

El contacto con entornos naturales y limitar pantallas:

reduce la hiperactivación cerebral,

restaura la atención,

baja la ansiedad.

6. Gratitud y actividades que generan calma

Estos hábitos fortalecen circuitos neuronales asociados al bienestar y ayudan a equilibrar el sistema emocional.

Un mensaje final: el estrés no solo se siente, se imprime en el cerebro

Las preocupaciones constantes, el ritmo acelerado, la falta de descanso y la presión emocional no son solo molestias del día a día: van moldeando la arquitectura del cerebro.

Pero también es cierto lo contrario: cada respiración profunda, cada hábito saludable y cada momento de calma actúan como pequeñas reparaciones internas.

Tu cerebro puede encogerse con el estrés…

pero también puede expandirse de nuevo cuando le das las condiciones para sanar.

Cuidar tu mente no es un lujo. Es una forma de volver a tu equilibrio natural.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

“Alucinaciones invertidas”: el nuevo trastorno psicológico causado por el uso excesivo del celular

¿Alguna vez llegaste a tu casa sin recordar el trayecto? ¿O te serviste un plato de comida y, cuando volviste a mirar, ya lo habías terminado sin darte cuenta? Si te ha pasado, no estás solo. Cada vez más psicólogos advierten sobre un fenómeno moderno y silencioso provocado por el uso excesivo de tecnología, más específicamente, del smartphone: las alucinaciones invertidas.

Este término, que suena casi a ciencia ficción, describe una forma de “desconexión de la realidad” que ocurre sin que la persona lo note. A diferencia de las alucinaciones tradicionales (en las que se perciben cosas que no existen), en las alucinaciones invertidas dejamos de percibir lo que sí está pasando a nuestro alrededor.

“Alucinaciones invertidas”: el nuevo trastorno psicológico causado por el uso excesivo del celular

¿Qué son las alucinaciones invertidas?

El concepto fue explicado por William Van Gordon, profesor de Psicología Contemplativa en la Universidad de Derby (Reino Unido), quien advirtió que este fenómeno está creciendo silenciosamente en todo el mundo.

Según Van Gordon, las alucinaciones invertidas ocurren cuando el cerebro “borra” parte de la experiencia presente porque el foco de atención está secuestrado por el celular. Es decir, la persona actúa en “piloto automático”: camina, come, viaja o trabaja, pero sin procesar realmente lo que hace.

En una entrevista con Today, el especialista explicó que muchas personas pueden pasar largos períodos de tiempo sin recordar detalles simples de su día, precisamente porque su mente estaba ocupada en la pantalla.

Cómo el celular nos desconecta del presente

El problema no radica solo en el tiempo que pasamos frente al teléfono, sino en la manera en que altera nuestra atención y percepción.

Cada notificación, mensaje o desplazamiento en redes sociales activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina y reforzando el hábito. A medida que esto ocurre, la mente se acostumbra a “saltar” de un estímulo a otro, dificultando la concentración y la presencia plena.

Así, sin darnos cuenta, vivimos menos el mundo físico y más el digital. Este “desplazamiento de la conciencia” es lo que lleva a las alucinaciones invertidas: olvidamos lo que vemos, lo que hacemos o incluso lo que sentimos.

Consecuencias para la salud mental

De acuerdo con un artículo de Psychology Today, este tipo de desconexión constante puede derivar en divagación mental crónica, un estado en el que la mente permanece ocupada, distraída o atrapada en pensamientos repetitivos.

Esto puede generar:

  • Ansiedad y estrés constante, al no poder “desactivar” el flujo de pensamientos.
  • Déficit de atención, ya que el cerebro pierde práctica en mantener el foco.
  • Despersonalización, una sensación de estar “fuera de uno mismo”.
  • Pérdida de memoria a corto plazo, por la falta de registro consciente de las experiencias cotidianas.

A largo plazo, los expertos advierten que este modo de vida distraído puede afectar el bienestar emocional, la empatía y la capacidad de conexión real con los demás.

Vivir en piloto automático

Van Gordon señala que el verdadero problema es la automatización de la vida diaria. Es decir, hacer cosas sin realmente experimentarlas. Comer, ducharse, conducir o conversar se vuelven actos mecánicos, sin conciencia plena.

Las alucinaciones invertidas no son un “trastorno” clínico en sí, pero sí una manifestación del impacto psicológico de la era digital. Son un síntoma de cómo la tecnología está moldeando nuestra mente y hábitos sin que nos demos cuenta.

Cómo evitar caer en este estado

La buena noticia es que existen formas de prevenir o revertir este fenómeno. Los especialistas recomiendan prácticas de atención plena o mindfulness, que ayudan a recuperar el contacto con el momento presente.

Algunos consejos prácticos:

  • Haz pausas conscientes: apaga el celular unos minutos al día y observa tu entorno.
  • No uses el teléfono en comidas: come con atención, percibiendo aromas, texturas y sabores.
  • Camina sin auriculares: escucha los sonidos del ambiente, siente el viento, observa los colores.
  • Configura límites digitales: establece horarios sin notificaciones o redes sociales.
  • Respira profundamente varias veces al día: es una manera simple de “volver al cuerpo”.

Estas pequeñas acciones pueden ayudarte a reconectar con la realidad tangible y disminuir el impacto del uso excesivo del celular sobre tu mente.

Un desafío contemporáneo

Vivimos en una época en la que el mundo digital compite con la realidad por nuestra atención. Las alucinaciones invertidas son un recordatorio de que, aunque estemos más conectados que nunca, también podemos estar más ausentes.

La invitación de los psicólogos es clara: recuperar la conciencia del presente. Apagar el teléfono móvil de vez en cuando no es una pérdida; es un acto de salud mental.

“La Receta Sueca”: El país que los médicos pueden recetar para mejorar tu salud mental

¿Y si el secreto para sentirte mejor no estuviera en una pastilla, sino en un viaje?

Suecia acaba de lanzar una de las ideas más innovadoras en la intersección entre la psicología, la medicina y el bienestar: “La Receta Sueca” (The Swedish Prescription). Por primera vez, un país puede ser literalmente “recetado” por un profesional de la salud.

Esta iniciativa, impulsada por la oficina de turismo Visit Sweden, propone que los médicos recomienden viajes al país nórdico como una herramienta complementaria para mejorar la salud física y mental de sus pacientes. La premisa es simple pero poderosa: el entorno natural, el equilibrio social y las costumbres suecas pueden ser tan sanadores como una terapia.

Suecia El país que los médicos pueden recetar para mejorar tu salud mental

La base científica detrás de la iniciativa

No se trata de una campaña romántica o sin fundamento. Detrás de “La Receta Sueca” hay evidencia científica sólida.

El programa se apoya en investigaciones del prestigioso Instituto Karolinska, una de las instituciones médicas más respetadas del mundo, y en la experiencia de expertos como la profesora Yvonne Forsell, quien afirma que el contacto regular con la naturaleza reduce los niveles de estrés, mejora la concentración y regula el estado de ánimo.

Entre las prácticas recomendadas se encuentran:

“Baños de bosque” (Skogsbad): caminar en silencio por los extensos bosques suecos, respirando aire puro y conectando con el entorno. Esta práctica, originaria de Japón y adoptada en Escandinavia, ha demostrado reducir el cortisol (la hormona del estrés) y mejorar el sistema inmunológico.

Saunas y baños de agua fría: una tradición ancestral que alterna calor y frío para estimular la circulación, fortalecer el corazón y liberar endorfinas.

Fika: el arte sueco de hacer una pausa para compartir café y conversación. Lejos de ser un simple descanso, el fika refuerza los vínculos sociales, mejora el estado de ánimo y fomenta la gratitud cotidiana.

Un enfoque psicológico del bienestar

Desde la psicología positiva, este tipo de propuestas son coherentes con un principio fundamental: el bienestar se construye más allá del tratamiento del malestar.

La felicidad, la calma mental y la conexión emocional no son productos farmacéuticos, sino resultados de hábitos, relaciones y entornos saludables.

“La Receta Sueca” invita a los pacientes —y al público en general— a conversar con sus médicos sobre la posibilidad de incorporar experiencias en la naturaleza o cambios de estilo de vida inspirados en la cultura sueca como complemento terapéutico.

No se trata de reemplazar tratamientos psicológicos o médicos, sino de sumar una dimensión experiencial y preventiva al cuidado de la salud mental.

Una prescripción simbólica, pero transformadora

Aunque esta “receta” no forma parte del sistema nacional de salud sueco ni cubre los costos del viaje, el simple hecho de que un país se proponga como destino terapéutico cambia por completo la forma en que entendemos el bienestar.

Visit Sweden incluso ha puesto a disposición un documento descargable que los pacientes pueden presentar a sus médicos. Allí se explican los fundamentos científicos de la iniciativa y las actividades recomendadas según diferentes objetivos: relajación, reconexión social, contacto con la naturaleza o renovación mental.

Este enfoque redefine el turismo de bienestar, transformando la experiencia del viaje en una prescripción simbólica que combina placer, autocuidado y prevención.

La psicología del entorno: por qué el lugar donde estás influye en cómo te sientes

Numerosos estudios en psicología ambiental han demostrado que el entorno físico tiene un impacto directo en el estado emocional.

Lugares con abundante vegetación, luz natural y sonidos naturales activan regiones cerebrales asociadas con la calma y la atención plena.

Suecia, con su cultura orientada al equilibrio, la comunidad y el respeto por la naturaleza, ofrece un modelo de vida que favorece la salud mental desde la raíz: menos estrés, más conexión y tiempo de calidad.

Además, la mentalidad sueca se apoya en conceptos como:

  • Lagom: vivir con equilibrio, sin excesos.
  • Friluftsliv: amor por la vida al aire libre.
  • Sisu: resiliencia y fuerza interior.

Estos valores, aplicados de forma cotidiana, podrían explicar por qué los países nórdicos suelen ocupar los primeros lugares en los índices de felicidad mundial.

Más allá del turismo: un cambio de paradigma en salud mental

El mensaje detrás de “La Receta Sueca” va más allá de invitar a viajar.

Plantea una pregunta crucial para nuestra época:

¿Y si la prevención de enfermedades mentales pasara también por reconectar con lo esencial?

En un mundo hiperconectado y acelerado, esta propuesta invita a volver al ritmo humano, a cuidar el cuerpo y la mente con pausas conscientes, contacto con la naturaleza y relaciones significativas.

Desde la psicología, esto puede verse como una intervención de bienestar integrada: una forma de terapia vivencial que combina atención plena, gratitud, ejercicio moderado y conexión social, todo dentro de un marco cultural que promueve la calma.

Conclusión: el país que se convirtió en terapia

Suecia ha conseguido algo inusual: convertir su estilo de vida en una receta para el alma.

No promete curas milagrosas, sino algo más profundo: un recordatorio de que el bienestar no siempre se compra ni se mide, sino que se vive, se practica y se comparte.

“La Receta Sueca” no solo promueve el turismo, sino que abre una conversación global sobre cómo los entornos, las costumbres y los pequeños rituales pueden sanar.

A veces, el mejor tratamiento no está en una farmacia, sino en una caminata entre pinos, una charla con café o una tarde de silencio frente a un lago. 

martes, 4 de noviembre de 2025

¿Por qué algunos encuentran relajante ver programas de crímenes reales? Una mirada psicológica al fenómeno

Durante los últimos años, las series de true crime o crímenes reales se han convertido en un fenómeno global. Plataformas como Netflix, HBO o Prime Video lanzan constantemente documentales sobre asesinos en serie, como la reciente serie del asesino serial Ed Gein desapariciones y casos policiales que capturan millones de espectadores. Pero detrás de esta fascinación colectiva hay una pregunta inquietante: ¿por qué tantas personas eligen historias de violencia y tragedia para relajarse antes de dormir?

La psicóloga Dra. Thema Bryant, experta en trauma y salud mental, lanzó una advertencia que generó debate: si tu forma de desconectarte después de un largo día es mirar varios episodios de crímenes reales, tal vez no se trate solo de entretenimiento. Según ella, podría ser una señal de que el trauma —propio o ajeno— te resulta familiar.

“Si tu idea de relajarte antes de dormir es ver tres episodios de crímenes reales, te animaría a pensar: ¿por qué el trauma me resulta relajante?”, señaló Bryant.

¿Por qué algunos encuentran relajante ver programas de crímenes reales? Una mirada psicológica al fenómeno

Cuando el miedo se vuelve rutina

La popularidad del true crime no se explica únicamente por la curiosidad o el morbo. Muchos expertos coinciden en que este tipo de contenido activa una respuesta biológica ligada a la supervivencia: nuestro cerebro busca entender el peligro para evitarlo. Al observar historias reales de crímenes, nos sentimos, paradójicamente, seguros en la distancia.

Sin embargo, cuando este tipo de contenidos se consume con frecuencia o se asocia con momentos de descanso, puede indicar algo más profundo: la mente se ha acostumbrado a la presencia constante del trauma y del miedo. En otras palabras, el caos se vuelve un lugar conocido.

El trauma y su búsqueda de familiaridad

Las personas que han vivido experiencias difíciles —como violencia, abuso, abandono o situaciones caóticas en su infancia— pueden desarrollar una especie de tolerancia o atracción inconsciente hacia escenarios traumáticos.

No porque los disfruten, sino porque su sistema nervioso reconoce esa sensación de tensión. Ver series de crímenes reales puede activar el mismo patrón de alerta que vivieron en el pasado, y aunque parezca contradictorio, eso les genera una falsa sensación de control o normalidad.

La Dra. Bryant lo resume así: “Cuando creciste en un entorno donde el peligro, el caos o el sufrimiento eran comunes, el silencio y la calma pueden resultarte incómodos. El trauma no resuelto busca repetirse de formas que no siempre reconocemos”.

El papel del cerebro en esta adicción emocional

Desde una perspectiva neuropsicológica, mirar crímenes reales estimula la liberación de adrenalina y dopamina, neurotransmisores asociados tanto al miedo como al placer. Este cóctel químico mantiene la atención y puede generar una sensación de alivio una vez que el peligro “termina” al final del episodio.

Esa liberación posterior se parece a lo que experimenta el cuerpo tras un momento de estrés: el sistema nervioso se relaja, y el espectador lo confunde con una forma de descanso.

Pero en realidad, el cuerpo ha pasado por una montaña rusa emocional que no favorece la verdadera relajación ni el descanso reparador.

Cuando el entretenimiento oculta una herida

No todo el que disfruta del true crime tiene un trauma. Para muchos, se trata simplemente de interés por la psicología criminal o la justicia. Pero si este tipo de contenido se vuelve el único modo de desconectarse, o si las historias violentas provocan calma en lugar de tensión, puede ser una señal de alerta.

Mirar constantemente programas que recrean asesinatos, desapariciones o abuso puede desensibilizar las emociones, o peor aún, reactivar heridas no resueltas. En estos casos, la recomendación profesional es detenerse a reflexionar:

¿Qué me aporta este tipo de contenido?

¿Cómo me siento después de verlo?

¿Estoy usando el miedo ajeno para no enfrentar mi propio dolor?

Cómo identificar si necesitas ayuda

Si notas que el sufrimiento o la violencia ajena te resultan reconfortantes, o que sin ellos te cuesta relajarte, podría ser útil conversar con un profesional de la salud mental. La terapia no busca censurar tus gustos, sino entender qué emociones hay detrás de ellos.

La Dra. Bryant sugiere reemplazar ese tipo de contenido antes de dormir por actividades que realmente calmen el sistema nervioso: música suave, respiración consciente, escritura o incluso series ligeras que transmitan bienestar. Dormir después de procesar violencia no permite al cerebro descansar plenamente.

En resumen

Ver crímenes reales no te convierte automáticamente en alguien perturbado, pero si el trauma ajeno se siente como “hogar”, es momento de prestar atención. El cerebro y el cuerpo pueden confundir la familiaridad con la seguridad, pero no son lo mismo.

El verdadero descanso no proviene del miedo, sino de la paz.